Luis Schapira se declara un «enamorado» del hospital público y, desde que se jubiló, dedica todas sus mañanas en el Fernández, donde creó la cátedra de Clínica Médica y fue profesor durante 40 años.
Todas las mañanas de lunes a viernes, Luis Schapira, un médico de 91 años, se levanta y enfila religiosamente hacia el Hospital Fernández, su segunda casa. Con 65 años de profesión y 27 como jubilado, su historia se conoció en las redes sociales la semana pasada cuando una usuaria publicó una foto en la que aparece de perfil con su bastón y su delantal insignia impecablemente blanco: «Cuando te preguntes qué es la vocación, acordate de este médico jubilado que sigue viniendo ad honorem al hospital», escribió @VayaAspirina en su cuenta de Twitter. El mensaje se propagó al instante y ahora lleva más de 5600 «retuits» y 16.000 «corazones».
Su pasión por la medicina, sin embargo, no lo acompañó durante toda su vida. Nació en el seno de una familia judía en un humilde pueblo de Entre Ríos sin luz eléctrica ni agua corriente. Su familia, en ese entonces, estaba compuesta por cuatro integrantes. Su madre, Adela, era ama de casa y se ocupaba del cuidado de sus dos hijos: Luis y Samuel, que murió joven a causa de un cáncer de pulmón fulminante. Su padre tenía un «boliche» en el que, según Luis, «vendía de todo» y cuenta una de las anécdotas que tiene debajo de la manga aquel que vive hace casi un siglo: «En esa época había plagas de langostas entonces se ponían barreras en el pueblo para evitar que invadan y mi padre vendía bolsas de langostas al Estado»rememora.