Los croatas que vengan al estadio FC Olympiets, en Nizhny Novgorod, tendrán una primera impresión inevitable: se sentirán algo desamparados, visitantes como pocas veces en sus vidas. El motivo no es la invasión de más de 20 mil hinchas argentinos: se trata de un escenario pintado de celeste y blanco, casi como si fuera una casa especialmente ideada para que sea local la Selección Argentina.
Cualquier desprevenido podría pensar que eso se debe a una suerte de homenaje a la presencia aquí de un ídolo a nivel mundial como Lionel Messi o al seleccionado argentino por su aporte a la historia del fútbol en general. Nada de eso. El celeste y el blanco que configuran su estructura externa, más el azul que se le suma a esos colores en las plateas, se deben al clima característico de esta ciudad, la quinta en importancia de Rusia detrás de Moscú, San Petersbirgo, Novosibirsk y Ekaterimburgo: el blanco y el celeste son por el agua y el viento. Aquí llueve mucho y el viento sopla con fuerza, algo que se pudo constatar durante buena parte del miércoles.
A primera vista, el contorno del campo de juego produce el agradable impacto de los estadios modernos, potenciado en este caso porque pareciera tratarse de un aliento subliminal para Argentina. Impactante, la estética empezará a quedar disimulada a medida que los hinchas empiecen a poblar las tribunas y el blanco y celeste de las butacas le dé lugar a los colores que lleven las ropas de sus ocupantes.