Después de 20 años de abandono, inmóvil y callado, el cucú del reloj de la torre emplazada en el principal paseo público del pueblo volvió a salir de su refugio para “cantar” la hora a todos los vecinos.
Autoridades municipales, pobladores y sobre todo los chicos y las chicas de la ciudad compartieron el triunfo; lo festejaron con algarabía cuando a las 17 en punto se abrieron las puertas del altillo y apareció “Waira” para registrar ese instante imborrable desde las alturas del atalaya de ladrillos vistos.
Los chicos y el viento
El nombre de la talla de madera diseñada por Enri Tarragó se lo pusieron los alumnos de los jardines de infantes y de las escuelas primarias de Corral de Bustos Ifflinger, a través de un concurso.
Wayra significa “viento” en quechua.
El mecanismo fue fabricado por Guillermo del Valle en su taller de relojes monumentales Gnomon Tempus, de Jesús María.
“Nuestro reloj con autómata se había convertido en un monumento a la indiferencia, a la tristeza. Por eso, no se trata simplemente de echarlo a andar, sino de recuperar las ilusiones y la magia. Devolverle al espacio sus significados”, explicó el intendente local Roberto Pacheco.