
Mientras menor sea el agua útil disponible al momento de la siembra, mayor será la dependencia de eventos de precipitación a partir de agosto-septiembre, meses donde el consumo hídrico comienza a aumentar considerablemente.
En caso de que esto no suceda las pérdidas en rendimiento pueden ser importantes.

Info: Juan Pablo Ioele, Valentín Gentiletti, Alvaro Andreucci.
Si analizamos detenidamente los gráficos de humedad del suelo en los diferentes estratos podemos observar que gran parte del agua que se encuentra disponible está ubicada solamente por encima de los 60cm de suelo, la mayoría de los suelos de la región presentan este patrón. Por debajo de los 60cm la humedad es muy limitada y la posibilidad de que sea aprovechada por el cultivo es muy baja. Si hacemos una analogía, podemos comparar esta distribución del agua del suelo con una “maceta”. En varios lotes que tenemos buena humedad superficial podemos lograr implantar el cultivo, pero en el caso de que en el invierno no ocurra ningún evento de precipitación de importancia la exploración radicular se verá muy limitada por la falta de agua en los estratos más profundos bajo la premisa fisiológica de que las raíces no buscan el agua, sino que crecen porque hay agua. Esto condiciona al desarrollo del cultivo, traduciéndose en menor producción de macollos, menor cantidad de espigas, menor cantidad de granos y menor rendimiento.
Mientras menor sea el agua útil disponible al momento de la siembra del cultivo de trigo, mayor será la dependencia de eventos de precipitación a partir de agosto-septiembre, meses donde el consumo hídrico comienza a aumentar considerablemente. En caso de que esto no suceda las pérdidas en rendimiento pueden ser muy importantes.