Se llama Alejo y es hijo de un camionero de Santa Fe que desde hace dos años pelea contra su enfermedad.
En enero de 2015, tras los festejos de Fin de Año, Rodolfo Ferrero comenzó a sentirse mal. Los médicos le dijeron que tenía leucemia y empezaron a tratarlo mientras rastreaban un posible donante de médula compatible con él. Aunque esa búsqueda los condujo hacia dos personas en Alemania que ofrecían un 90% de compatibilidad, hace seis meses Rodolfo sufrió una violenta recaída que obligó a los médicos a considerar otra opción: Alejo, su propio hijo de 8 años de edad.
El viernes pasado en una clínica de la capital federal, Alejo dio el primer paso para ayudar a su papá a superar la enfermedad. “Un genio ‘el enano’. Generoso. Siempre dijo que era fuerte y que su sangre era sanita y me la iba a dar para salvarme. Nunca tuvo miedo”, cuenta Rodolfo, quien se encuentra todavía internado en proceso de recuperación.
“Un genio ‘el enano’. Generoso. Siempre dijo que era fuerte y que su sangre era sanita y me la iba a dar para salvarme. Nunca tuvo miedo”, cuenta su papá
Padre de dos hijos, Rodolfo, que trabaja de camionero en una empresa de materiales para la construcción en Puerto General San Martín, al sur de Santa Fe, fue sometido a un tipo de trasplante denominado “haploidéntíco” que resulta bastante inusual, según explica la doctora Alcira Fynn, jefa de la Unidad de Trasplantes de Médula Osea del Hospital de Niños de La Plata.
“Entre los distintos tipos de trasplantes de médula que pueden realizarse, el de hijos a padres o a madres es el menos común. Comenzó a practicarse hace unos siete u ocho años y suele dejarse como última opción porque tiene mayor riesgo de morbimortalidad. Sucede que los hijos sólo comparten un 50 por ciento de los genes con su papá y el otro 50% de su mamá, lo que los convierte en donantes con baja compatibilidad”, explica la médica, responsable de un equipo que gracias al Cucaiba realiza más de veinte trasplantes por año.
A esa complicación de partida, en el caso de Alejo y su papá se sumaba además la diferencia de peso entre el donante y el receptor. Es así que aun cuando hacía ya dos años que los médicos consideraban que podía ser una opción, por entonces el nene era todavía muy chiquito. “Por eso los médicos decidieron esperar”, dice su papá.
Si bien el año pasado habían sido localizados en Alemania dos potenciales donantes compatibles con Rodolfo, la logística para acceder a sus células y la falta de certezas llevó a los médicos o optar por Alejo.
“Los dos tenían un 90% de compatibilidad conmigo. Pero era preferible hacerlo con el 50% de mi hijo que con un donante desconocido. No vino al mundo a salvarme, es lo que nos toca vivir”, explica Rodolfo desde la Clínica Sagrado Corazón.
Aunque la donación no se hizo a través de una punción ósea sino por aféresis, un método que consiste en extraer sangre periférica del donante y obtener de ella células hematopoyéticas, Alejo tuvo que internarse y recibir varias vacunas durante para afrontar la primera de las dos extracciones que le deben realizar. “Ahora la idea es dejarlo descansar para que se reponga, pueda dar lo mejor y que no le afecte. Eso siempre fue lo más importante para mí”, asegura su papá.
El Dia.