El debate tras las elecciones en Tucumán reactivó la discusión acerca del voto electrónico. ¿Es la modernidad, o la realidad pasa por otro lado?
Por Alejandra Conti y Pablo Leites
No quedan dudas de que el sistema de votación electoral argentino está desprovisto ya de toda eficiencia y es permeable a operativos fraudulentos.
Lo ocurrido en las elecciones para gobernador de Tucumán, si bien no se debe exclusivamente al método de boleta sábana partidaria, fue una nueva alerta sobre la necesidad de cambiar la forma en la que elegimos a nuestros representantes.
Antes y después de Tucumán, voces de distintos signos partidarios y distinto grado de representación social, desde Sergio Massa a Marcelo Tinelli, pasando por José Manuel de la Sota, reclamaron lo que consideran un paso adelante, el ingreso a la modernidad en materia electoral: que se generalice el llamado voto electrónico, sobre todo en la modalidad adoptada para las elecciones realizadas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en julio pasado.
Por otra parte, no son pocos quienes indican que el voto electrónico tiene defectos estructurales que atentan contra la transparencia, la seguridad y la confidencialidad del sufragio.
¿Pero qué es exactamente el voto electrónico? ¿Cuántas modalidades existen? ¿Es, como se insiste tanto, la mejor de las alternativas?
El voto electrónico no es uno solo
El Observatorio Electoral Latinoamericano distingue las siguientes categorías:
Voto electrónico de registro directo (DRE). El voto se emite en máquinas que tienen pantallas táctiles y/o dispositivos mecánicos u ópticos para que el votante marque su elección. Los datos se procesan mediante programas específicos de computación. Junto con las imágenes de las boletas quedan registrados en memorias o componentes de memoria. Luego se tabulan y son almacenados en un componente removible y una copia impresa. Se usa en Brasil y la India, entre otros casos.
Se le objeta a este sistema que no es de accesibilidad pública, no está garantizada la seguridad de la emisión, el recuento ni el secreto del voto. El sistema puede ser vulnerable a virus y hackeos .
Voto electrónico de registro directo en red pública o Internet. No hay papel físico en ninguna instancia, sino que el voto se hace de manera remota a través de Internet o red telefónica. Los datos de la votación pueden ser transmitidos como sufragios individuales tal como han sido emitidos, compactados en paquetes de datos a lo largo del día de votación, o totalizados al final de la elección.
Las objeciones son similares al tipo de voto anterior (DRE): con el desarrollo tecnológico actual este sistema no es aceptable porque no asegura la expresión efectiva del votante. Tampoco garantiza ni la privacidad y ni la seguridad del sistema.
Voto electrónico en papel. Elimina las boletas partidarias pero no el papel, y los votos se cuentan manualmente mediante el escaneo óptico de láminas de papel o tarjetas perforadas. Este sistema también ha funcionado con un Marcador Electrónico de Boletas (EBM, por sus siglas en inglés) que permite a los votantes seleccionar usando una máquina de votar a partir de una pantalla táctil similar a un DRE. Es el sistema que se utiliza en Estados Unidos y es considerado seguro, aunque no completamente libre de errores ni manipulación.
Boleta única electrónica. En este caso, el voto tiene respaldo electrónico y respaldo físico (en papel). El fiscal o presidente de mesa entrega una boleta, en blanco y que contiene un chip sin información, al votante. El votante inserta la boleta en una computadora que presenta las listas de candidatos y selecciona su voto, que se imprime la boleta y se guarda en el chip. El votante puede verificar que su voto se haya guardado correctamente con un lector de chip que presenta la máquina y verificar la impresión.
Sí, pero…
Javier Smaldone es programador informático y se lo conoce en Twitter como @mis2centavos. Desde hace tiempo forma parte de una campaña en las redes sociales contra el voto electrónico y explica por qué.
“La objeción que hacemos al uso de computadoras para emitir el voto se debe a que el ciudadano común no sabe qué se hace con los datos que ingresan a la máquina. Por más que haya auditorías, al ciudadano no le consta cómo se registra el voto. Es muy diferente a tener una boleta con un sobre y un lápiz, que te aseguran que estás votando a quien realmente querés votar y que nadie te está mirando cuando lo hacés. Es la confiabilidad del sistema lo que objetamos”.
Smaldone insiste en que, en materia del llamado voto electrónico, hay opciones mejores y peores.
“El peor en mi opinión es el sistema de registración directa que se usa en Brasil y en la India en el 100 por ciento de los casos. Se trata de una computadora a la que accede el presidente de mesa con una clave especial para ver el resultado. El ciudadano común no tiene forma de comprobar nada. Por esa razón es que se ha usado cada vez menos en Estados Unidos”.
Este programador le sube algunos puntos al método con respaldo en papel que se usa en Venezuela y se usó en Salta, Buenos Aires y Neuquén, que consiste en que al votante le entregan una boleta de papel con un chip que introduce en la computadora. Cuando elige al candidato, imprime el dato en el papel y graba en el sistema. “Aquí hay un comprobante en papel que permite un mayor control respecto de la exactitud del resultado,” afirma.
El ejemplo alemán
Manfredo Koessl, cordobés y abogado, actualmente radicado en Alemania donde trabaja en los equipos sobre Desarrollo Global del Partido Verde, advierte que la discusión ya ha sido superada en ese país.
“Ya lo han demostrado especialistas en informática: las llamadas computadoras electorales pueden ser manipuladas de tal manera, que el peligro de un fraude electoral masivo estará siempre presente al usarlas. Así lo reconoció la Corte Constitucional alemana en 2009 por lo que prohibió tajantemente su uso debido a que el proceso electoral es la ‘delegación del poder del Estado a la representación popular’ y por ello su legitimidad no puede ser sacrificada en función de la comodidad de los funcionarios o la ansiedad de los políticos por conocer los resultados”.
El voto privatizado
Otro de los inconvenientes –y no menor– que se citan cuando se trata la viabilidad o no del voto electrónico en sus diferentes variantes, es que tanto el software como el código fuente deben pertenecer a la Justicia electoral. Si no es así, una empresa privada –la dueña de las máquinas, del software o del código fuente– es en realidad la propietaria de la elección.
En este sentido, el politólogo Daniel Zovatto, santafecino de nacimiento pero cordobés por estudios, director regional para América Latina y el Caribe de la ONG Idea Internacional, aporta: “Holanda se fue del sistema por esa dependencia. El peligro es que terminás privatizando el control del voto y eso no es admisible. El organismo electoral del Estado no puede depender de la empresa comercial que aporta la máquina y los técnicos”. En su opinión, la decisión por el sistema de votación debe ser parte de una política de Estado más amplia.
No obstante, quienes a pesar de todo están a favor de alguna forma de voto informatizado, advierten que los requisitos que se necesitarían para imponerlo pueden resumirse de la siguiente manera:
. Un esfuerzo educativo en gran escala que permita saldar la brecha digital entre sectores sociales y generacionales.
. Control estricto de la seguridad del sistema, lo que implica la confidencialidad del voto. Para esto deben distinguirse los intentos de fraude de los accidentes informáticos.
. El software debe ser propiedad del organismo electoral del Estado y no de la empresa que lo provee.
. El organismo electoral no debe limitarse a adquirir la licencia, sino el código fuente que se utiliza (el código de programación) lo cual implica una inversión importante.
Es evidente que las condiciones no están dadas en Argentina para completar con éxito ese test. Pero hay alternativas al voto electrónico que sí serían viables y que incluso han sido adoptadas por países con mayor nivel de desarrollo que el nuestro.
Smaldone y el grupo con el que coincide en esta campaña (conformado por otros programadores, abogados, comunicadores) insisten en que “modernidad” no implica necesariamente votar con una computadora.
“Los países pioneros del voto electrónico ya dejaron de usarlo. Están volviendo a votar con lápiz y papel, aunque parezca mentira. Y estamos hablando de Alemania, Holanda, Finlandia, Gran Bretaña. En Holanda siempre hubo reclamos respecto del secreto del voto en el caso y se demostró la vulnerabilidad del sistema cuando un hacker se ubicó con un receptor de radio y una computadora cerca de las máquinas de votar y, analizando las emisiones de radio que emitían los aparatos, pudo determinar a quién se estaba eligiendo cada persona”.
Países como Alemania, Italia, Gran Bretaña, los escandinavos, Australia, utilizan la boleta de papel con recuento manual. Cada uno tiene su propia modalidad. La más austera es la alemana en la que generalmente el votante no tiene que poner una cruz. En Italia (lo experimentan en Argentina quienes tienen la doble ciudadanía) las boletas tienen diferentes colores según la categoría de funcionario que se elige.
Koessl, por su parte, apunta a la opción boleta única o boletas múltiples como la más interesante del momento. Pero advierte situaciones a tener en cuenta.
“La propuesta de una boleta única sin tener en cuenta la cantidad de cargos que se eligen, ni la cantidad de candidatos que se pueden presentar, puede llevar a boletas con centenares o incluso miles de nombres a elegir. Entonces, si se quiere insistir con esa propuesta, también hay que discutir los requisitos de un partido o alianza para presentarse a elecciones y el número de cargos en juego, intentando reducir su número a un mínimo. También se deba poner sobre la mesa la cantidad de votos que debe obtener un partido para mantenerse legalmente. Y esto sólo es un ejemplo de la cantidad de cuestiones que se deberían debatir y acordar”.
Pero, ¿estamos a tiempo de cambiar todo antes de las presidenciales? Coincide con Zovatto en que no: “Por un lado, no creo que se deba discutir esta cuestión en la mitad de un período de campaña electoral. Es interesante señalar los problemas y los ajustes necesarios, pero si el objetivo es el fortalecimiento de las instituciones, estos debates deben hacerse en los períodos entre elecciones; si no se genera la imagen de ciudadanos que están conformes con el sistema porque ganaron las elecciones y ciudadanos que lo critican porque han perdido”.
Un cambio general
El Centro de implementación de políticas públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) advierte que una agenda de reformas más profunda debe comenzar después de las elecciones de este año para implementarse en los comicios de 2017.
Cippec indica que para asegurar la representatividad, se requiere que las opciones electorales sean claras para el votante, en una oferta electoral simple y con alianzas entre partidos que sean transparentes. “Los acoples (colectoras, como sucedió en Tucumán) y la profusión de partidos políticos y listas trasladan al votante las disputas partidarias y deterioran la capacidad del acto electoral para constituir representantes”.
Por eso, considera que un primer aspecto para reformar son las reglas que regulan el ciclo vital de un partido político (cómo surge y cuándo caduca) y las que regulan cómo se pueden concertar las alianzas entre ellos.
“Esta reforma es independiente de cambiar la forma en que se vota. Por más que un papel o una pantalla pudieran acomodar a mil candidatos, una oferta electoral así pone en riesgo la representatividad del sistema”.
Las reformas para asegurar la representatividad del sistema incluyen: prohibir las listas colectoras y dar marcha atrás con las listas de adhesión; eliminar las alianzas cruzadas entre categorías, introduciendo la obligación de mantener las mismas alianzas en todas las categorías; hacer más estrictas las reglas para conformar un partido y para que se mantenga vivo.
“Una elección es íntegra no sólo porque no se alteran los resultados (fraude) sino porque todos los competidores tienen la misma probabilidad de ganar”, recuerda esta ONG.
Asimismo, Cippec propone regular con diferentes medidas el uso partidista de los recursos del Estado, que dan una ventaja ilegítima a los oficialismos. Propone para esto reemplazar la boleta partidaria por un sistema de boleta única por el cual el Estado le garantice a todos los partidos y a todos los electores el instrumento para expresar su voto.
Cualquiera sea la reforma que se encare deben tener consenso entre los actores políticos y debe convertirse en política de Estado. La adhesión a ellos por parte de todos los sectores políticos debe generar confianza en la población. Si falla este último factor, todo habrá sido en vano.
Fuente: 07/09/2015 La voz del interior